“La vida terrena de Juan Pablo II fue coronada con el mensaje central de su Pontificado, el de la Divina Misericordia”

 

 
Entrevista a Mª Ángeles Manglano, autora del libro Orar con la Divina Misericordia” (Cobel Ediciones, 2010), en la que la autora responde a las siguientes preguntas: 
 
1. ¿Por qué Benedicto XVI ha querido hacer coincidir la beatificación de Juan Pablo II con la fiesta de la Divina Misericordia?
2. ¿En qué consiste el mensaje de la Divina Misericordia?  
3. ¿Está la devoción a la Divina Misericordia muy extendida?  
4. ¿Cómo afectó el mensaje de la Divina Misericordia el magisterio de Juan Pablo II? 
5. ¿Y qué influencia tuvo en la vida del Papa Polaco?  
6. ¿Se conocieron Juan Pablo II y Santa Faustina?  
7. ¿Hay alguna relación entre el mensaje de la Divina Misericordia y el mensaje de Fátima?
  1. ¿Por qué Benedicto XVI ha querido hacer coincidir la beatificación de Juan Pablo II con la fiesta de la Divina Misericordia?

 

Antes de especular sobre otros motivos, prefiero empezar con unas palabras de Benedicto XVI en 2008: “Juan Pablo II se convirtió (…) en apóstol de la Divina Misericordia. En la noche del inolvidable sábado 2 de abril de 2005, cuando cerró los ojos a este mundo, se celebraba precisamente la vigilia del segundo domingo de Pascua, y muchos observaron la singular coincidencia, que unía en sí la dimensión mariana --primer sábado del mes-- y la de la Divina Misericordia[1]. Al fijar la fecha de la beatificación de Juan Pablo II, el Papa ha querido subrayar con todavía más intensidad esa providencial “coincidencia”.

 

 
Basándome en esas palabras de Benedicto XVI, me atrevería a desgranar en tres ideas los motivos por los que el Romano Pontífice ha elegido esa fecha. La primera es que Benedicto XVI ha entendido, con la misma fuerza que su predecesor, la importancia de este mensaje para la sociedad moderna: “¡Cuánta necesidad de la misericordia de Dios tiene el mundo de hoy!”[2], había afirmado Juan Pablo II. La segunda es que el Papa se da cuenta de que el mejor modo de propagar ese mensaje todavía más es poniéndolo bajo la intercesión del Papa polaco, que fue quien instituyó el Domingo de la Divina Misericordia en la Iglesia Universal. Y la tercera idea no es más que una consecuencia lógica de las dos primeras: ¿Qué mejor manera de propagar el mensaje de la Divina Misericordia que haciéndolo coincidir con el que probablemente vaya a ser el evento más multitudinario que tenga lugar en el Vaticano en este año 2011?

 

 
Y por si quedara alguna duda, finalizo con las palabras que Benedicto XVI pronunció el pasado 16 de enero: “El 1 de mayo próximo, tendré la alegría de proclamar beato al venerable Papa Juan Pablo II, mi amado predecesor. La fecha escogida es muy significativa: será el II domingo de Pascua, que él mismo dedicó a la Divina Misericordia, y en cuya vigilia terminó su vida terrena”[3]. Por lo tanto es indudable que la fecha ha sido escogida cuidadosamente para subrayar el vínculo entre Juan Pablo II y el mensaje de la Divina Misericordia.

 

2. ¿En qué consiste el mensaje de la Divina Misericordia?

 

Esta pregunta requiere una breve introducción a la vida de Santa Faustina. Nació el 25 de agosto de 1905 en Głogowiec, Polonia, y fue bautizada con el nombre de Elena Kowalska. A los siete años se sintió llamada a la vida religiosa, pero entonces sus padres se negaron a dejarle entrar en el convento. Finalmente, golpeada por la visión de Cristo sufriente, viajó a Varsovia y entró en la Congregación de de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia. Tenía 20 años, y hasta su fallecimiento combinó las tareas más humildes y ordinarias del convento –fue cocinera, jardinera y portera– con una vida de extraordinaria profundidad en su unión contemplativa con Dios.

 

El mensaje de la Divina Misericordia lo constituye el conjunto de revelaciones que sor Faustina recibió de boca de Nuestro Señor Jesucristo entre el 22 de febrero de 1931 y su muerte en 1938. En herencia nos quedó su Diario, que recoge todo lo ocurrido. En su primera aparición, Jesucristo le indicó que pintase una imagen suya tal y como le veía en ese momento, añadiendo las palabras “Jesús, en Ti confío”. Le prometió que esa imagen sería venerada en el mundo entero, y que Él mismo protegería contra el pecado y concedería la salvación a quién se acogiese a su misericordia. También le ordenó actuar como secretaria de su mensaje. Así fue como sor Faustina compuso su Diario, en el que ella toma nota de las palabras que el Señor le revela, añadiendo entre ellas sus propias consideraciones.

 

En la versión española, el Diario consta de 714 páginas, por lo que me impone un poco de respeto resumirlo en un párrafo. Quizás el término central del Diario sea la palabra “confianza”. Dios nos quiere a todos, no importa lo grande que sean nuestras faltas: su misericordia es más grande que todos nuestros pecados. Él quiere que nos acerquemos a Él con confianza y arrepentimiento, porque cuanto más confiemos en Él, más recibiremos. Jesús mismo reconoció que “no puedo castigar aún al pecador más grande si él suplica mi compasión”[4]. Podríamos decir que Jesús sufre doblemente cuando ve la desesperanza del pecador, porque éste añade, a su pecado, la desconfianza en el perdón de Dios: “la desconfianza de las almas desgarra mis entrañas”[5], dijo Jesús a Santa Faustina. En cambio, Él nunca deja de desear “la confianza de mis criaturas (…) Que no tema acercarse a mí el alma débil, pecadora y aunque tuviera más pecados que granos de arena hay en la tierra, todo se hundirá en el abismo de mi misericordia”[6].

 

Este mensaje, en sí impresionante, adquiere todo su contraste cuando se sitúa en contexto histórico: un siglo que ha visto dos guerras mundiales, el genocidio nazi, el comunismo totalitario, y tragedias menos espectaculares pero más devastadoras como la eugenesia y el aborto. También cabe aplicarlo a las circunstancias actuales, desde el fundamentalismo terrorista hasta el ataque a la familia y a la maternidad. El pensamiento occidental está en crisis: Europa niega sus raíces cristianas y se considera una sociedad adulta, que ya no necesita de Dios. El hombre traslada su fe a la ciencia y prefiere vivir como si Dios no existiera. Sin embargo, no dejamos de comprobar que, aunque desde el punto de vista material vivimos mucho mejor, no siempre somos más felices. El pecado, más que nunca, nos quita la paz y corroe nuestra felicidad. En este contexto Jesús nos recuerda que cuando acudan a Él “los pecadores empedernidos, colmaré sus almas de paz y la hora de su muerte será feliz”[7].

 

3. ¿Está la devoción a la Divina Misericordia muy extendida?

 

Es difícil calcular la magnitud de la devoción a la Divina Misericordia. Quizás se puede esbozar una respuesta a su pregunta repasando algunas cifras. Por ejemplo, podría citarle por lo menos 25 países en los que hay centros establecidos para la difusión del mensaje de la Divina Misericordia: desde países tradicionalmente católicos como España, Francia, Irlanda, Perú, Colombia, Venezuela, Chile y Argentina, hasta lugares tan diversos como Israel, la India y los Estados Unidos, en los que los católicos son todavía una minoría.

 

Un dato más: la Divina Misericordia en Facebook tiene a día de hoy más de 21.000 seguidores en español, sin contar las páginas similares en otros idiomas. Y esto no ha hecho más que empezar, con el altavoz de la beatificación de Juan Pablo II muchas más personas van a escuchar este mensaje.

 

4. ¿Cómo afectó el mensaje de la Divina Misericordia el magisterio de Juan Pablo II?

 

            El mismo Juan Pablo II definió el mensaje de la Divina Misericordia como la clave de lectura privilegiada de su magisterio petrino. Es más, el Papa polaco estaba convencido de que “fuera de la misericordia de Dios, no existe otra fuente de esperanza para el hombre”[8]. Este convencimiento le llevó a promover la santidad de Faustina Kowalska, a quien él mismo canonizó, y a establecer la fiesta del Domingo de la Divina Misericordia (Segundo Domingo de Pascua) en el año 2000. Pero esto es sólo el principio. Aunque no pueda extenderme aquí todo lo que quisiera, déjeme desarrollar la relación entre Juan Pablo II y la Divina Misericordia centrándome en dos dimensiones, una interna y una externa.

 

            Por dimensión interna me refiero a la manera en que el mensaje de la divina misericordia influyó en su predicación y su propia vida. Benedicto XVI lo resumía así: “Su largo y multiforme pontificado encuentra aquí su núcleo central; toda su misión al servicio de la verdad sobre Dios y sobre el hombre y de la paz en el mundo se resume en este anuncio”[9]. Esto lo podemos ver, por ejemplo, en una de sus primera encíclicas, “Dives in Misericordia” de 1980, en la que afirma que la Divina Misericordia es la fuerza que transforma el mundo.

 

5. ¿Y qué hay de la dimensión externa… es tan importante la Divina Misericordia en la vida de Juan Pablo II?

 

En efecto, la última idea que he mencionado arriba, la de transformar el mundo, nos lleva a la dimensión externa. En la mirada de Juan Pablo II hacia el mundo, un hecho salta a la vista: su confianza en la misericordia divina, que le ayudó a confrontar de una manera heroica las fuerzas del mal presentes en el mundo.

 

Un primer ejemplo es su experiencia con el nazismo y el comunismo en Polonia, como él mismo reconocía en 1997: “Siempre he apreciado y sentido cercano el mensaje de la divina Misericordia. Es como si la historia lo hubiera inscrito en la trágica experiencia de la segunda guerra mundial. En esos años difíciles fue un apoyo particular y una fuente inagotable de esperanza, no sólo para los habitantes de Cracovia, sino también para la nación entera. Ésta ha sido también mi experiencia personal, que he llevado conmigo a la Sede de Pedro y que, en cierto sentido, forma la imagen de este pontificado. Doy gracias a la divina Providencia porque me ha concedido contribuir personalmente al cumplimiento de la voluntad de Cristo, mediante la institución de la fiesta de la divina Misericordia[10].

 

En segundo lugar, cabe considerar la importancia de este mensaje a raíz del atentado que estuvo a punto de costarle la vida el 13 de Mayo de 1981. Las imágenes de su visita a Ali Agca en la cárcel constituyen quizás el ejemplo más gráfico del modo en que el Papa polaco asumió el perdón y la misericordia divinos como modelo y esperanza de su propia vida. A la luz de este ejemplo, sus propias palabras adquieren un significado profundo: “La misericordia se manifiesta en su aspecto verdadero y propio, cuando revalida, promueve y extrae el bien de todas las formas de mal existentes en el mundo y en el hombre”[11]. Con su perdón hacia la persona que había intentado asesinarle, el Papa estaba mostrando al mundo el poder transformador de la misericordia.

 

Finalmente, no puedo dejar de referirme al fallecimiento de Juan Pablo II, que constituye quizás la prueba más clara de la Misericordia Divina hacia su siervo bueno y fiel. El tránsito del Papa polaco a la vida eterna estuvo inmediatamente precedido por la celebración eucarística del Domingo de la Misericordia Divina. El acto redentor de Dios tomaba ese día un tono si cabe más misericordioso, al estar revestido por la liturgia de la fiesta que el mismo Apóstol de la Misericordia había mandado instituir. Su vida terrena era así coronada con el mensaje central de su pontificado.

 

6. ¿Se conocieron Juan Pablo II y Santa Faustina?

 

Empezaré centrándome en las facetas más desconocidas de dicha relación. Las vidas de Juan Pablo II y Santa Faustina se solaparon entre 1920 y 1938. La santa polaca falleció en 1938 en el convento de Józefów (el lugar de San José) de Lagiewniki-Cracovia. El joven Karol tenía 18 años y, casualmente se había trasladado a dicha ciudad con su padre un año antes, en 1937. Así que vivieron relativamente cerca por alrededor de un año: la casa en la que Karol se alojó y el convento donde falleció Santa Faustina están a sólo 4 kilómetros de distancia. No obstante, todo parece indicar que nunca se conocieron personalmente.

 

Los primeros recuerdos escritos de Juan Pablo II con respecto a la figura de Santa Faustina datan de sus años de trabajo en la planta de productos químicos de Solvay, entre 1942 y 1944. El Papa recuerda en primera persona que “cuando durante la guerra trabajaba como obrero en la fábrica de Solvay, cerca de Lagiewniki, recuerdo haberme detenido muchas veces ante la tumba de sor Faustina, que aún no era beata”[12].

 

El siguiente testimonio cronológico del Papa con respecto a Santa Faustina data de 1965, cuando Karol Wojtyła fue elevado a la sede arzobispal de Cracovia. Como cabeza de la diócesis en la que la religiosa había fallecido, mandó iniciar el proceso informativo diocesano de sor Faustina. Según sus propias palabras, “convertido en Arzobispo, confié al profesor don Ignacy Rózycki el examen de sus escritos. Primero se excusaba. Al fin aceptó y estudió a fondo los documentos disponibles. Luego dijo: es una mística maravillosa”[13].

 

El proceso de beatificación requería el estudio teológico de los escritos de la religiosa, lo cual no era fácil. Es importante recordar que los escritos de Santa Faustina habían sido añadidos al Index Librorum Prohibitorum por el Vaticano en 1959, como medida de prudencia ante las inexactas y confusas reproducciones y traducciones que circulaban, acentuadas por la dificultades de comunicación entre la Santa Sede y los países al otro lado del telón de acero.

 

Como resultado del proceso diocesano, el Arzobispo Wojtyła pudo alcanzar un profundo conocimiento de los escritos de sor Faustina, y podemos decir que esta experiencia le convirtió en su principal propagador. De hecho, a inicios de 1978, el entonces Cardenal Wojtyła fue quien recomendó al Vaticano revocar el veto sobre los escritos de sor Faustina. Su petición fue aceptada en abril… y pocos meses después el Obispo polaco sería elegido como sucesor de san Pedro.

 

7. ¿Hay alguna relación entre el mensaje de la Divina Misericordia y el mensaje de Fátima?

 

            Esa es una pregunta muy interesante, en vista de la importancia que el Papa polaco jugó en ambos mensajes. Es más, algunos se han referido a Juan Pablo II como “el Papa de los dos Corazones”, en referencia al Corazón Misericordioso de Jesús (central en el mensaje de la Divina Misericordia) y al Inmaculado Corazón de María (a quién consagró el mundo, siguiendo el mensaje profético de Fátima). Se podrían señalar otros elementos indicativos de la relación entre Fátima y la Divina Misericordia. Antes de subrayar algunas, quiero recordar que las cosas que voy a explicar a continuación son de carácter piadoso e incluso especulativo, lo cual no significa que no correspondan a la realidad. Pero no se deben tomar como relaciones probadas o establecidas de modo definitivo. 

 

En primer lugar, bastaría recordar algo que he mencionado más arriba: el hecho de que el atentado contra el Papa, que dio lugar a su ofrecimiento de perdón hacia quién intentó asesinarle, sucediese un 13 de Mayo, fiesta de la Virgen de Fátima.

 

En segundo lugar, tanto el mensaje de Fátima como el de la Divina Misericordia sucedieron entre la primera y la segunda guerra mundial, y su contenido tiene un hilo común: en Fátima la Virgen piden oraciones para aplacar la justicia de Dios y obtener su misericordia, mientras que en Cracovia el mismo Cristo pide directamente a los pecadores que se acojan a su misericordia. Más aún, en la primera se hace una referencia a Rusia como origen de ciertos males que azotarían el mundo, incluyendo de un modo muy especial Polonia; y en la segunda se hace referencia a Polonia misma como cuna de un nuevo mensaje de esperanza ante ese azote tremendo. De nuevo, viene a la cabeza el papel central de Juan Pablo II en la caída del comunismo.

 

Finalmente, ambas revelaciones contienen elementos proféticos que podrían tener a Juan Pablo II como vínculo común. Como es bien conocido hoy, el tercer secreto de Fátima apunta de un modo profético y misterioso al atentado al Papa. Pero también Santa Faustina recibió la revelación de boca de Jesucristo de que de Polonia saldrá una chispa que preparará el mundo para Mi última venida”[14]. No obstante, el mismo Juan Pablo II, durante su Consagración del Mundo a la Divina Misericordia en Cracovia, interpretó estas palabras en referencia no a su persona, sino a la llama de la misericordia que tanto él como Santa Faustina propagaron a los cuatro vientos: “Ojalá se cumpla la firme promesa del Señor Jesús: de aquí debe salir ‘la chispa que preparará al mundo para su última venida’. Es preciso encender esta chispa de la gracia de Dios. Es preciso transmitir al mundo este fuego de la misericordiaEn la misericordia de Dios el mundo encontrará la paz, y el hombre, la felicidad”[15].

 



 
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[1] Benedicto XVI. Discurso tras el Regina Coeli, 30 de marzo de 2008.

 

[2] Juan Pablo II. Homilía durante la Santa Misa de consagración del Santuario de la Divina Misericordia, 17 de agosto de 2002.

 

[3] Benedicto XVI, Palabras después del Ángelus, 16 de enero de 2011.
[4] Faustina Kowalska, Diario. Editorial de los PP. MM. de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, 1996.

 

[5] Ibídem.

 

[6] Ibídem.

 

[7] Ibídem.

 

[8] Juan Pablo II. Homilía durante la Santa Misa de consagración del Santuario de la Divina Misericordia, 17 de agosto de 2002.

 

[9] Benedicto XVI. Discurso tras el Regina Coeli, 30 de marzo de 2008.

 

[10] Juan Pablo II. Discurso durante la visita al Santuario de la Divina Misericordia, 7 de junio 1997.

 

[11] Juan Pablo II. Dives in Misericordia, n.6. 1980.

 

[12] Juan Pablo II, Levantaos, Vamos. Ed. Plaza y Janes, 2004.

 

[13] Ibídem.

 

[14] Faustina Kowalska, Diario. Editorial de los PP. MM. de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, 1996.

 

[15] Juan Pablo II. Homilía durante la Santa Misa de consagración del Santuario de la Divina Misericordia, 17 de agosto de 2002.

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